Portada » Proyecto Dismupren » Noticias » «Creo en la idea de que la lengua es lo más democrático que existe»

«Creo en la idea de que la lengua es lo más democrático que existe»

Logotipo Diario Sur

«Creo en la idea de que la lengua es lo más democrático que existe»

Susana Guerrero Salazar es profesora y catedrática de Lengua Española de la Universidad de Málaga. La docente ha sido galardonada por la asociación ACREM de Málaga como ‘Mujer Empoderada’ en el mundo de las culturas, de las artes, de la ciencia y de la política en la VIII edición de reconocimientos ‘Motivando Acciones Positivas’. Además, en la actualidad lleva a cabo el proyecto ‘DISMUPREN-PANHIS’, una base de datos con más de 7.000 textos periodísticos que aborda el tema mujer y lenguaje, en la que investiga con el apoyo de la UMA.

–¿Quién es Susana Guerrero?

–Soy catedrática de Lengua Española de la Universidad de Málaga. Me dedico a la docencia, a la investigación, a hacer conferencias y divulgación. Porque como sabe, en el ámbito universitario se hacen muchas cosas.

–Ha recibido la mención como ‘mujer empoderada’ ¿Qué ha significado para usted?

–Me hizo mucha ilusión, sobre todo porque se rompe el dicho que dice que nadie es profeta en su tierra. Si es verdad que ha coincidido, que al final de septiembre me nombraron hija distinguida en Santo Domingo, República Dominicana. Y me parecía increíble, porque te reconocen fuera y muchas veces nadie sabe de ti aquí.

Fue muy ilusionante que una asociación que trata temas culturales relacionados con Málaga me concediera este reconocimiento. Con todo lo que sucedió después… que luego no pude ir personalmente a recogerlo y lo tuvieron que recoger mi tía y mi hijo por mí.

–¿Qué sucedió para que no pudiera recoger el premio?

–Yo estaba en Las Palmas de Gran Canaria el día anterior dando una conferencia invitada por la Academia Canaria de la Lengua. Compré un billete para llegar a tiempo a la entrega del premio. Sin embargo, la compañía Ryanair se retrasó. Me di un madrugón y me levanté a las 05:00 para coger el avión, y cuando llegué a la terminal me entero de que había un retraso de hora y media, así que ya no pude llegar.

–¿Qué significa para usted el término ‘mujer empoderada’?

–Ser mujer empoderada me gusta especialmente, porque no mucha gente está de acuerdo. De hecho, más de una persona cuando se ha enterado me ha dado la enhorabuena, pero no le gusta nada eso de empoderada. A mí, sin embargo, me encanta. Me parece un neologismo que entendemos muy bien las mujeres. Sobre todo por la dificultad que tenemos. Yo, además, he podido tener más que alguna chica joven. Es un neologismo que era necesario, porque no es lo mismo un hombre que llega a determinadas cuotas de poder, o al ámbito público, en un panorama que lo ha favorecido debido a que el mundo ha sido androcéntrico y, por el contrario, a las mujeres que hemos tenido que pasar del ámbito privado al público y estar en un mundo de hombres.

–¿Esa situación la ha vivido?

–Cuando llegué a la universidad tenía un director de departamento, un secretario de departamento, el grupo de investigación lo dirigía un catedrático… Y, sin embargo, ahora esto ha cambiado. Pero cuando yo entré era un mundo de hombres.

Era curioso, porque las mujeres éramos todas becarias y jovencitas. Fundamentalmente, entrábamos porque teníamos notas más altas, pero se repartían muy pocas becas en Humanidades. En aquel momento éramos todas becarias, pero los catedráticos y los que tenían ‘el poder en el departamento’, por decirlo de alguna manera, eran todos hombres. Además, se une a que en aquella época no existían las medidas de conciliación en la Universidad de Málaga. Yo, para conciliar, tenía que pedir favores. Por ejemplo, tenía que pedir en secretaría que me pusieran las clases de forma que pudiera dejar a mis niños en el colegio y llegar a la facultad para impartirlas. En mi caso, que tengo tres hijos, familia numerosa y además, una familia monomarental, porque soy viuda, he tenido que llegar hasta aquí con toda esa dificultad en mi vida personal y sin mucha ayuda, solo la solidaria.

–Esa ayuda que recibió, ¿de dónde provenía?

–De la sororidad, que es otro neologismo que me encanta. Yo a la sororidad le debo muchísimo, que ha sido el apoyo de otras mujeres. Han tenido una empatía conmigo tremenda y me ayudaron en situaciones difíciles. Sobre todo, tras haberme quedado viuda con tres niños pequeños, uno de ellos con una enfermedad crónica y yo intentando seguir para adelante con mi vida profesional.

Le debo mucho a la sororidad. Un término que fue criticado en su momento porque se decía que ya existían otras palabras como fraternidad, pero no es así. La sororidad la entiende quien la ha vivido. Mujeres como yo, que hemos salido adelante fundamentalmente gracias a otras mujeres que se han prestado voluntaria a ayudarte con tus hijos o con lo que haga falta.

–Hablemos de DISMUPREN. ¿Qué nos podemos encontrar en esta base de datos?

–Es el acrónimo de Discurso, Mujer y Prensa. Esta base de datos contiene más de 7.000 textos, y recoge todos los documentos que se van publicando en la prensa que tenga que ver con mujer y lenguaje.

Por ejemplo, cada vez que sale un neologismo, ya sea positivo o negativo, que pueden ir de palabras como ‘sororidad’ a otras como, desgraciadamente, ‘feminazi’. También los distintos comportamientos, como es el caso de los trastornos de la conducta alimentaria, que es algo en lo que estoy trabajando en la actualidad, con términos como ‘pregorexia’, que se refiere a las mujeres embarazadas que dejan de comer por no engordar.

Todas las opiniones de la Real Academia relacionadas con neologismos de mujeres o con el lenguaje inclusivo. Incluso, cualquier tema que tenga que ver con formas distintas de hablar entre hombres y mujeres, y sus términos recurrentes.

Todos estos neologismos, que salen en la prensa, que la propia prensa los define y aparecen en diferentes artículos, son recogidos en esta base de datos.

–¿Qué más ofrece esta base de datos?

–Además de la hemeroteca, tenemos una bibliografía específica sobre mujeres y lenguaje. Se pueden hacer búsquedas específicas sobre un tema. Imagínese que le interesa saber más sobre el ‘@’, pues se introduce en el buscador este término y salen todas las noticias relacionadas sobre esto.

En la bibliografía puedes buscar por temas, por materias, por nombre propios de personas que escriben sobre ellos… Todo lo que esté en acceso abierto te lo puedes descargar y te llega directamente.

–¿Hacia dónde avanza DISMUPREN?

–Me han concedido desde la Universidad de Málaga un proyecto para un año con una ampliación de esta hemeroteca al mundo panhispánico. Lo hemos denominado ‘DISMUPREN-PANHIS’ del término panhispánico.

Nos hemos dado cuenta de que en Hispanoamérica este tipo de temas están muy avanzados. Por ejemplo, el morfema ‘-e’ tan nuevo, que muchas personas dicen, como ‘todes’, nació en Hispanoamérica. Otro caso muy curioso es la feminización de los términos, que se introdujeron mucho antes en Latinoamérica que en España. Incluso muchas veces son distintos: allí se habla de ‘lideresa’, ‘choferesa’… Cuando aquí se dice la chófer, la líder…

Debemos estudiar cómo en los distintos países de habla hispana se trasmite estos conceptos, si el debate sobre el lenguaje inclusivo es distinto, las feminizaciones son distintas… Para que este testimonio que estamos recogiendo no sólo sea del castellano, sino también español de todo el ámbito panhispánico. Empezaremos por engordar esta hemeroteca con noticias de diferentes partes del territorio latinoamericano como es el caso de Uruguay, Costa Rica, México, Argentina, etcétera.–¿Cree que se están dando los pasos adecuados para evolucionar el lenguaje a lo que demanda la sociedad?

–Creo mucho en la idea de que la lengua es lo más democrático que existe y al final pasa lo que decide la mayoría, por lo cual no hay que agobiarse ni presionar, sino dejar que la lengua fluya.

Este es un fenómeno que nace con el feminismo. El feminismo empieza a cuestionar el androcentrismo y los usos sexistas que se dan en toda la lengua. Nuestra lengua española coincide con la Constitución. Porque en la época del franquismo, el feminismo no tenía la posibilidad de desarrollarse como cuando entramos en la democracia.

A partir de ese momento, el feminismo empieza a cuestionarse todo, empieza a cuestionarse el lenguaje. Y entonces, empiezan a salir trabajos de lingüística femenina o lenguaje con perspectivas de género, donde se analiza por ejemplo, el área sociolingüística que es por qué las mujeres hablan de una manera y los hombres de otra.

–¿Qué diferencias considerables se ven en el área sociolingüística?

–Eso tiene que ver con la educación que hemos recibido, porque a los hombres les estaba permitido decir palabrotas y a las mujeres no. A las mujeres se les decía que tenían que portarse como una señorita. Por ejemplo, ellas suelen utilizar más diminutivos que los hombres.

Con el paso del tiempo y la evolución de la lengua nos vamos pareciendo más en la forma de hablar y cada vez hay menos diferencias. Entonces, se van creando guías de lenguajes dónde se recomienda formas y expresiones que son más igualitarias.

–Esa evolución de la lengua de la que habla, ¿Cómo funciona?

–En cada momento histórico surge algo. En los años 80 se pone de moda la forma desdoblada. Se produce porque es la primera vez que las mujeres vamos a votar en España y la clase política se da cuenta de que en el lenguaje, en los mítines, tienen que ser incluidas porque su voto cuenta. Se empiezan a escuchar discursos incluyendo términos como «todos y todas» o «ciudadanos y ciudadanas». Son muy criticadas durante esa época porque son muy pesadas y reinciden en una misma idea.

En los 90 entra el ‘@’. El ‘@’ tiene que ver con la explosión de las nuevas tecnologías y se pone en funcionamiento, que también es muy criticada porque no se puede pronunciar y no es un signo lingüístico. Aunque han pasado las décadas y ahí está. No ha muerto del todo. Se ve que es útil en algunos ámbitos, en otros no, porque no se puede pronunciar, pero en redes sociales, de modo informal, es bastante recurrente.

Mucho más avanzado, entrando en el siglo XXI, surge este morfema ‘-e’ que lo pone en funcionamiento un grupo muy reivindicativo que se denomina ‘no binario’.

–¿Qué pasará con este morfema?

–Pues no lo sabemos. Es mucho más complejo porque es algo que viene externo a nuestro sistema lingüístico. No es como la forma desdoblada que existe dentro de nuestra lengua.

Es algo complejo porque nosotros solo tenemos dos géneros gramaticales y entonces este morfema ‘-e’, es algo que entra en coalición con palabras masculinas que acaban en ‘-e’. El caso de la palabra ‘nene’ o ‘alcalde’. Quizás por ese lado se estén encontrando más dificultades.

–¿Qué va a pasar?

–Ya lo veremos en el futuro, desde que sea una moda pasajera y se la lleve el viento, hasta que se quede ahí solo utilizada por determinadas personas, como ha pasado con el ‘@’. Otro caso es que se difundiera al resto de la sociedad.

–¿Cómo se podría difundir?

–Básicamente que la gente joven convenza a las nuevas generaciones que vienen. Fíjese que la gente es lingüísticamente conservadora cuanto más mayor es. Es muy difícil que la gente mayor se ponga a hablar con la ‘-e’. Es más fácil que la gente joven convenza a la nueva generación.

A mí lo que me interesa, como lingüista, es tomar nota de lo que va pasando y recogerlo en la hemeroteca. Que es un testimonio vivo de todo lo que ha ido pasando con respecto a la lengua a lo largo de la historia. Yo no voy a hacer apología de que tú tienes que hablar de un modo o de otro. Por supuesto que no. Yo estoy analizando y tomando nota de lo que va ocurriendo, que como lingüista es lo que me interesa.

–¿Habrá alguna generación que rompa con los llamados ‘micromachismos’?

–Quiero ser positiva y quiero pensar que en algún momento la sociedad no va a ser machista y en el momento que la sociedad no sea machista, el lenguaje tampoco, porque el lenguaje no deja de ser un reflejo de la sociedad. El lenguaje nos radiografía como culturas y como personas.

El lenguaje es una radiografía de todo lo que ha pasado y lo que está pasando, pero también es una radiografía individual. A ti te presentan una persona, hablas con ella diez minutos y te haces una idea de la manera de hablar, de su nivel cultural, de si es extrovertida o si no lo es…

Quiero pensar que vamos en la dirección adecuada y que más pronto que tarde, en algún momento, la igualdad será una igualdad efectiva. Y eso será y estará reflejado a través del uso lingüístico que hagamos. Soy positiva en ese sentido.

–Con todo estos temas en el aire la gran incógnita es: ¿A dónde se dirige la lengua?

–La lengua es bastante inteligente y cuando ve que una palabra viene a llenar un hueco se queda. En el caso de ‘sororidad’ para mí estaba clarísima que llenaba un hueco, entonces se ha quedado.

Por otro lado, hay algunas palabras que se las lleva el viento sin saber por qué. Uno de los últimos casos, que ha sido muy curioso y polémico, ha sido el término ‘gordibuena’. Se pone en funcionamiento y, en principio, se pensaba que era un término que venía a empoderar a la gorda. Más tarde, el feminismo dijo que era un término muy sexista porque no todas las gordas son buenas, ya que hay que cumplir una serie de requisitos: ser atractiva sexualmente para los hombres, ser joven, ser muy femenina, tener unas proporciones… Con lo cual no es nada liberador.

A veces, el que se cree una palabra tiene que ver con que se vea la necesidad y funcione. Tiene que haber gente dispuesta a hablar de ese modo y adquirirlo dentro del lenguaje. Se tiene que hacer un esfuerzo y a lo mejor la gente no está dispuesta a hacerlo.

Además, hay que tener en cuenta, que no se nos olvide, que la lengua española es la segunda lengua de comunicación en el mundo. La hablamos más de 600 millones de personas. Entonces, para que algo se difunda no vale con que un grupo restringido lo use.

–¿En qué punto está esa igualdad que tanto se busca?

–Hemos dado un salto enorme que supuso pasar del ámbito privado al público y que si miras hacia atrás, hasta hace cuatro días, las mujeres no teníamos ni siquiera acceso a la educación. El haber conseguido el derecho a la educación nos ha dado la posibilidad de estar en todos los ámbitos: científicos, culturales…

Si es verdad, que cuantitativamente estamos lejos de llegar, pero sobre todo cualitativamente. Si te pones a contar: ¿Cuántas catedráticas y cuántas rectoras hay en la universidad? Entonces te das cuenta de que no solamente hacen falta más mujeres, sino mujeres en ámbitos de responsabilidad.

Ahí todavía nos queda mucho, pero hay muchas otras cosas que hay que mejorar, no solamente por parte de las mujeres. Para conseguir la igualdad hay que fomentar que los hombres primero estén convencidos de que una sociedad en igualdad mejora, nos hace felices a ambos y es una mejora para los hombres.

–¿Cómo se consigue eso?

–Es importante que el hombre no sienta que las mujeres les quitamos privilegios, sino que con una buena igualdad, les beneficia a ellos también. Por ejemplo, el estereotipo que ha sido el clasificar el mundo entre la razón masculina y lo emocional y afectivo que se le atribuye al género femenino, eso ha sido un daño muy grande también para el hombre.

A los hombres se les ha privado del mundo de los afectos, y eso tiene unas consecuencias tremendas. Pero incluso en la salud, porque el no ser libre de transmitir sentimientos a veces produce profundas depresiones. Ahí están los datos: los hombres se suicidan más que las mujeres en todo el mundo y eso está relacionado con que el hombre no cuenta lo que le pasa o le resulta humillante ir a un psicólogo o psiquiatra.

Por eso yo creo que un mundo en igualdad va a valorar aspectos importantes para el hombre como la paternidad. El amor de una madre es estupendo y no lo niego, pero la paternidad es un 50%. ¿Por qué no se habla del afecto paterno?

Todo eso está también por conseguir y sin duda van a contribuir a una sociedad muchísimo mejor. Sin duda para ambos, tanto para los hombres como para las mujeres.